Las primeras murallas astorganas de época altoimperial, dieron paso a otra muralla, más ambiciosa y aún conservada casi en su integridad. Su construcción coincide con un momento de reorganización, en el siglo iv, que otorgó un nuevo papel a la ciudad. El cese de las explotaciones mineras la convirtió en plaza fuerte de la vigilancia de las vías para el tránsito de productos agrícolas destinados a los ejércitos del norte. La puerta Romana, contigua a la catedral, es el ejemplo mejor conservado de esta fase constructiva.
Las murallas romanas fueron reedificadas por el obispo Nuño hacia 1242, y sufrieron diversas reparaciones durante la Edad Media, que nos han legado su alzado actual y la noticia de sus puertas y postigos desaparecidos (puertas de Rey, del Sol, del Obispo, de Hierro). Su perímetro alcanza los 2.100 metros, que rodean las 27 hectáreas de forma trapezoidal que engloban la ciudad histórica. Cuenta con casi una treintena de cubos semicirculares con una media de siete metros de diámetro. Su soberbio aspecto, unido al conjunto que forman la catedral y el palacio Episcopal, compone una de las estampas más conocidas de Astorga.