La ubicación estratégica de Astorga motivó el emplazamiento de los conquistadores romanos hace más de dos mil años, primero con un campamento militar de la Legio X Gemina, y después con el establecimiento de la capital administrativa de una de sus demarcaciones: el conventus asturicense. Ello ha dado lugar a una riqueza arqueológica abundante, que refleja la vitalidad económica de la Asturica romana desde el siglo I d.C. a inicios del III.
El fenómeno de las peregrinaciones a Compostela, ya en la Edad Media, proporcionó una recuperación de Astorga como encrucijada de caminos durante los siglos xii y xiii. Fue entonces cuando la construcción de iglesias, monasterios, hospitales y casas de vecindad transformó su urbanismo con el enterramiento de la antigua traza regular de época romana en favor de un crecimiento orgánico, propio de una sociedad medieval. A finales del xv, con la edificación de la catedral se inicia un equilibrio inestable entre la autoridad del obispo y la del marquesado de Astorga.
Pero hasta la segunda mitad del siglo xix, con la llegada del ferrocarril, no comienza el desarrollo de la ciudad actual, que se expande extramuros. Astorga vuelve a ser un trascendental nudo de comunicaciones por carretera, y recupera una vitalidad social y económica que hoy tiene en el turismo uno de sus principales referentes. Bienvenidos.
Las primeras murallas astorganas de época altoimperial, dieron paso a otra muralla, más ambiciosa y aún conservada casi en su integridad. Su construcción coincide con un momento de reorganización, en el siglo iv, que otorgó un nuevo papel a la ciudad. El cese de las explotaciones mineras la convirtió en plaza fuerte de la vigilancia de las vías para el tránsito de productos agrícolas destinados a los ejércitos del norte. La puerta Romana, contigua a la catedral, es el ejemplo mejor conservado de esta fase constructiva.
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Las murallas romanas fueron reedificadas por el obispo Nuño hacia 1242, y sufrieron diversas reparaciones durante la Edad Media, que nos han legado su alzado actual y la noticia de sus puertas y postigos desaparecidos (puertas de Rey, del Sol, del Obispo, de Hierro). Su perímetro alcanza los 2.100 metros, que rodean las 27 hectáreas de forma trapezoidal que engloban la ciudad histórica. Cuenta con casi una treintena de cubos semicirculares con una media de siete metros de diámetro. Su soberbio aspecto, unido al conjunto que forman la catedral y el palacio Episcopal, compone una de las estampas más conocidas de Astorga.
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Roma asumió el control de las explotaciones auríferas cercanas y de su traslado hasta la metrópoli, lo que explica este primer asentamiento militar y la posterior decisión de situar en Asturica la capital de la demarcación administrativa romana desde el Cantábrico al oeste del valle del Duero.
La fortificación que vemos está compuesta de dos fosos de sección en V, paralelos y exteriores, del tipo fossae fastigatae. Se excavaron en la grava natural del escarpe del cerro en que se asienta la ciudad para incrementar su efectividad defensiva.
Hacia el primer tercio del siglo i d.C., el foso interior se inutilizó y se inició la construcción de una muralla de piedra que protegería la ciudad. Esta muralla inicial contó con torres circulares, una de las cuales se cimentó en el foso, invadido también por los primeros edificios de la urbe y las redes de calles y sanitarias. Más tarde, en época Flavia, esta primera fortificación fue abandonada y la ciudad extendió su superficie abrazada por otra defensa de piedra de historia más longeva.
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Las Termas Mayores de Asturica ocupaban una posición central dentro del urbanismo de la ciudad y eran uno de sus edificios públicos más imponentes. Se encontraban situadas en la intersección de los dos ejes viarios más importantes y en relación directa con dos de las mayores cloacas - hoy en día en servicio-.
Construidas a partir de mediados del siglo I d.C. serían abandonadas, según los materiales arqueológicos recuperados, en el siglo V. De este gran complejo termal se ha podido identificar un gran frigidarium – sala fría y varios ámbitos calefactados mediante hypocaustum, además de un apodyterium o vestuario con mosaico bícromo de grandes proporciones y la piscina del frigidarium.
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Los romanos concebían los baños públicos como espacios destinados al aseo personal y las relaciones sociales. La organización de los mismos responde a una estructura funcional, de recorrido lineal. En ella se combinaban estancias con agua a diferente temperatura: tras el vestuario (apodyterium), se halla el agua fría (frigidarium), la templada (tepidarium), la caliente (caldarium) y una sauna (sudatorium o laconicum según tenga o no vapor).
Se calefactaban mediante hipocaustos o cámaras de aire subterráneas, alimentadas por uno o varios hornos de ladrillo refractario (praefurnium) que circulan bajo las habitaciones. por el siguiente: Se calefactaban mediante hipocaustos o cámaras de aire bajo las habitaciones, alimentados por uno o varios hornos de ladrillo refractario (praefurnium).
La construcción de las Termas menores de Asturica debió producirse a mediados del siglo i d.C., aunque a finales del ii fueron remodeladas, para abandonarse a mediados del siglo III. En uno de los canales de desagüe, cerrado por tejas planas en forma de doble vertiente, aparecieron diversas joyas, lo que manifiesta el uso preferente de estos baños por parte de clases privilegiadas.
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En el centro del lado occidental del foro de Astorga se construyó una estancia o aula precedida por una entrada con columnas y rematada por un ábside. Esa disposición y el rico pavimento de placas de mármol (opus sectille) de motivos geométricos bícromos, ha llevado a identificarlo con un templo dedicado a la memoria del emperador Augusto, para promover el culto imperial.
El Aedes está realizado en opus caementicium u hormigón romano y reservaría el remate absidado a una desaparecida ara dedicada al culto Imperial, en el que el augur llevaría a cabo sacrificios de pequeños animales, probablemente aves.
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En el lugar más elevado de la ciudad, el foro de Astorga era un vasto espacio en torno al cual se ordenaban los edificios públicos, escenario y epicentro de la vida ciudadana. Se trataba de un extenso cuadrángulo, de cerca de 30.000 m2, delimitado por un pórtico monumental que remataba en exedras. Su centro estaría ocupado por edificios de culto oficial. En el caso astorgano, el espacio del foro ha pervivido en la actual plaza Mayor, aunque de dimensiones mucho menores.
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En el centro de antiguo foro romano, frente al templo dedicado al emperador Augusto (Aedes Augusti) se ubica parte de uno de los edificios mejor conservados de la Astorga romana. Se trata de la Ergástula, una gran galería abovedada (especie de túnel semi-subterráneo, de aproximadamente 50 metros de largo), que formaría uno de los laterales del complejo monumental del foro.
En la actualidad, la parte conservada constituye una espectacular galería cuyas paredes y bóveda se fabricaron en opus caementicium u hormigón romano, encofrado en madera. Su construcción debe remontarse al año 30 d.C. Tras numerosos usos modernos —como parte de viviendas o comercios particulares, entre otros—, fue adquirida por el Ayuntamiento como sede del Museo Romano de la ciudad.
Se visita en la Ruta Romana o por separado, con entrada aparte.
El extraordinario desarrollo de la arqueología urbana en Astorga durante los últimos veinte años ha permitido disponer de un volumen de información sobre su pasado de incalculable valor histórico. La gran cantidad de solares excavados, además de los edificios visitables, ha deparado gran cantidad de objetos de la vida cotidiana, del artesanado y las decoraciones domésticas. El Museo Romano es el lugar perfecto para darlos a conocer.
Para ubicar este museo se procedió a la rehabilitación de La Ergástula, sobre el que se han construido otras dos plantas, una de exposición permanente y otra con salas de trabajo del departamento de arqueología municipal. Fue inaugurado en el año 2000.
Se visita en la Ruta Romana o por separado, con entrada aparte.
Pinturas de estilo pompeyano, inscripciones, bronces, monedas, joyas o cerámica hallados bajo las casas de la moderna ciudad son reflejo de la vitalidad de la misma en la Antigüedad e ilustran el modo de vida de las gentes que la habitaron, proporcionando una visión global de su historia en los primeros cinco siglos de la Era.
Se visita en la Ruta Romana o por separado, con entrada aparte.
La domus es el primer vestigio conservado como consecuencia de las excavaciones arqueológicas modernas.
La parte conservada debió ordenarse en torno a un gran patio columnado o peristilo. Cronológicamente situada entre finales del siglo i d.C. y la primera mitad del IV, debió pertenecer a una familia relevante de la ciudad, lo que explicaría que sus remodelaciones y ampliaciones llegaran a ocupar un espacio público sobre una cloaca. Las habitaciones se pavimentan en diferentes materiales según su importancia, empleando opus signinum o piso de mortero de cal mezclado con fragmentos de ladrillo para los servicios y dormitorios; opus spicatum o pavimento de ladrillo dispuesto de canto en forma de espina de pez, para comedores y despachos, y un excepcional mosaico para el Uecus o salón de recepción.
Las estancias estaban decoradas con pintura mural con motivos vegetales. Paralelo al eje de la calle, la vivienda dispuso de un pequeño complejo termal, calentado con hipocaustum, de uso privado.
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El salón de recepción o Uecus de la Domus fue concebido en el cambio del siglo ii al iii d.C., y contiene el denominado mosaico del oso y los pájaros. Fabricado con pequeñas teselas calizas, el mosaico estuvo dedicado a Orfeo. Mientras las escenas exteriores son una alegoría del otoño a través de las ramas de vid y los racimos picados por los pájaros, el motivo radial del interior dispuso ocho medallones de animales característicos del mito de Orfeo que los apacentaría con el tañido de su lira, recibida de Apolo, pues la lira representa el alma, y los animales el cuerpo.
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El imperio romano se cimentó sobre el predominio de las ciudades como centros del poder. La vida en las urbes romanas exigía la adopción de amplias medidas sanitarias. En el interior de esas ciudades y bajo el pavimento de sus calles y calzadas discurrían las cloacas, que permitían la evacuación del agua residual hacia los ríos, en nuestro caso hacia el Jerga y el Tuerto.
Los primeros hallazgos de las cloacas se producen en los años sesenta del siglo XIX, aunque las exploraciones sistemáticas de José María Luengo en 1946 dieron lugar al descubrimiento del ramal correspondiente al Jardín de la Sinagoga. Su trazado permite hacerse una idea del urbanismo de Asturica Augusta, que refleja su forma regular, ortogonal y de amplias calles.
Parece ser que inicialmente se construyeron los conductos adintelados, con capacidad limitada, pero debido al crecimiento de la ciudad en la segunda mitad del siglo i, fue necesaria una segunda red de mayor caudal. Hacia el 80 d.C. se construyeron las galerías abovedadas, con alturas de hasta metro ochenta, dotadas en ocasiones de andenes laterales para el paso. Su técnica constructiva utiliza muros de mampostería a los que se añadía una bóveda de cañón con piedras dispuestas a modo de burdas dovelas unidas con argamasa. Su piso solía ser de pizarra.
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